Miércoles. El día lo había esperado por veinticinco años. Éste sería mi último desayuno.
La clemencia en este lugar no existe. Clemencia, sólo existía en mi vida pasada. La niña, señores, no la maté yo.
El Desayuno:
Nugetts de verduras preparados finamente con hierbas. Primero, el choclo y luego las arvejas. Huevo, harina, aceite, sal, pimienta y el amargor de aquel día.
Lástima, eso sentía la gente. Es como si el mundo supiera que soy inocente. Pero qué. Es que acaso realmente hay compasión por este negro condenado a pagar la pena que no cometió. Dónde quedó el Dios que una vez prometió protegerme.
¡MIEDO, SÓLO MIEDO!
El Almuerzo:
Sopa de mierda. Jugos de áspero veneno, migajas podridas de compasión. ¡Sí, compasión!, como si nunca lo hubiera sentido. Veinticinco años, en que la misma sopa de pollo sabe a mierda, diarrea, sabor a rata muerta. Manzanas podridas, con jugos de desesperación, veneno no letal, veneno… veneno al fin y al cabo.
¿Qué hacía ahí, a esa hora y ese día olvidado hace veinticinco años?
El mundo se me ha olvidado. Se me ha olvidado. Olvidado.
Las tres de la tarde. Ohio, Estados Unidos. La nación de la libertad. Libres. Hombres negros, libres. Corredor de la muerte en el Penal de los Condenados. Ya se me fue la mitad de la vida, la perdí en esta cárcel. La viví muerto, donde la vida no es vida. Vida que no vive y que detiene el tiempo en este penal.
Las cincos de las tarde. Como si millones de días hubieran pasado. No hay madre, no hay padre. Ni esposas. Ni hijos. No hay culpables, ni víctimas ni victimarios.
Me recuesto en la sala blanca. Hombres me miran con indecencia. Letal. Ha llegado mi hora. La hora que definitivamente voy a morir, para que la condena termine.
Amárrenme, acabemos con esto.
Mi piel negra recubre esas venas que me llevarán a la libertad.
La cena:
- Ingredientes
- Preparación
- Tiempo de espera: 10 min. Repetir la acción tres oportunidades.
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