12 de enero de 2011

Niña, me perdono.

Cerré los ojos. Caminé por el túnel de luz que siempre decían que no hay que mirar y mucho menos, caminar hacia él.
Ahí, justo la vi. Aquella niña de largos rizos cobrizos, como sangrantes de vida que esperaba vivir.
Niña triste. Niña melancolía. La niña que vivió en mi alma triste y melancólica.

Niña triste. Niña alma. Niñadulta. Niña, incapaz de mirar el cielo oculto que guardaba el hospital.

Ahí, justo ahí, reconocí y recordé su pelo que olía a manzanilla fresca. Su piel pálida y delicada, falta de brillo y de tibieza. Piel blanca, como ahora la siento, muerta y triste.

A la niña, de niña, nunca le gustó la felicidad, por miedo a que se la quitaran como todo aquello que algún día le perteneció, pero que sin ningún resentimiento se le quitó.

Niña que no tenía nada. Niña discriminada…

Recuerdo como su cabeza se llenaba de sueños, donde no alcanzaba ni lo absurdo ni la crítica. Castillos mágicos en sueños que no serán jamás. Princesas que llenaban su habitación. Principes que venían a calmarla cuando la vida la despreciaba una vez.

Niña fea. Niña tonta. Niña falta de alma y oveja negra.

Niña mujer. Niña mujer torpe y equivocada. Niña inmadura. Niña avergonzada.

Niña doliente, ven y dame la mano. Ven ahora sin miedo. Déjame mirarte.

Que poco me quedan de esos rizos rojos, que algún día los borré por pasar a lo normal. Tarde me di cuenta de su valor. Tarde como ahora, que recién me perdonó la vida y me entregaba en bandejas de diamantes la felicidad. (Ahora piel tostada, cabello manchado de tintes… Naturalidad perdida

Niña Doliente, abrázame antes de partir. Déjame llevarte en mi alma como el retrato que rompí u olvide. Déjame llevarte en aquel silencio que te borraba o te ocultaba.

Niña, ya vete. Y quédate con esa palabra… Niña

Niña, y sólo eso. Deja conmigo tu carga. Porque tú ahora vives de nuevo, y yo muero para vivir denuevo.